Una de las películas más esperadas de L’Alternativa, uno de los festivales más longevos de la ciudad de Barcelona, pese a carecer de una hoja de ruta clara (nunca he sabido muy bien qué tipo de cine engloba la etiqueta “independiente” (¿independiente de qué?), fue la nueva pieza documental de Mercedes Álvarez Mercado de Futuros, que ya pudo verse en la pasada edición del casi difunto (¡pero no, afortunadamente!) Festival Punto de Vista en Noviembre.
Mercedes Álvarez ha elaborado esta pieza de forma totalmente artesanal, meticulosamente rodada durante casi 3 años, ya que empezó a gestarse al poco de estallar la madre de todas las crisis. Con planos precisos como un reloj suizo nos muestra una perspectiva aérea de la mecánica del capitalismo, mediante piezas, que, como los pedazos de un patchwork, nos dan una visión global pero fragmentada. Como estas mantas de dudoso gusto, o como si de un jarrón roto y vuelto a pegar se tratara, el conjunto en sí resulta algo defectuoso, pero no por ello desaconsejable. Al contrario, y más viendo dónde nos encontramos ahora mismo.
El desmantelamiento de una casa del Eixample y su posterior venta de enseres en el mercado de los Encants de Barcelona, los brokers castizos vendiendo activos con futuro, los casposos comerciales de una macro feria inmobiliaria donde todo, incluso las casas, son de cartón piedra, el viejo y su parcela de árboles frutales acorralada por la modernidad son varios de estos fragmentos de una sociedad con tendencia a la acumulación. Acumulación sin sentido que nos ha llevado a la bancarrota.
Acumulación de objetos como la que posee uno de los protagonistas del film, Jesús, un viejo sin ley ni orden, rey de su cochambroso puesto en los Encantes que resume su filosofía con la frase “si lo vendes no lo tienes” mientras ostenta a sus espaldas un imperio de objetos polvorientos y nos “consuela” con una serie de píldoras de vida mientras vive sus lunes al sol. Aunque realmente, dentro de su filosofía anarquista y buen rollera encierra el mismo síndrome mortal que aqueja a este nuestro sistema y que probablemente,, después del final de sus días, su parcela, su casa y todos los cachivaches amontonados, que no vendió por no perder , serán desmantelados y desperdigados, y vendidos por los mercados.
El cartón piedra, el simulacro, la compra y venta de humo, de casas no construidas, la especulación financiera objetos que se cubrirán de polvo y desaparecerán como desaparecen nuestro futuros. Un documental que en su claridad excesiva peca en ocasiones de tener un discurso simple y poco elaborado, más que poco elaborado podríamos decir de tendencias maniqueístas. Me horrorizó, además, el uso de la voz en over, extremadamente didascálica y pedante, que por suerte, no acompaña todo el documental.
Un documental que hubiera funcionado mejor sin un final tan marcado por la figura de Jesús, el vendedor ácrata, que parece dejarnos un falso buen sabor de boca. Se comentó que Mercedes Álvarez quiso dejar el final abierto, un SIN FIN, como en las películas de Val del Omar en lugar de FIN, cosa que, si la industria lo hubiese permitido, le hubiera ido como anillo al dedo, porque desde luego, esta crisis, y más que de la económica hablo de la humana, no tiene fin.
(Este artículo también se puede leer en Fantastic Plastic Magazine )
viernes, 23 de diciembre de 2011
jueves, 22 de diciembre de 2011
"MELANCHOLIA" Lars Von Trier
Los antiguos griegos creían que cuatro líquidos corporales, llamados “humores” no sólo explicaban todas las enfermedades sino los diferentes temperamentos y sus cambios: estaban los sanguíneos, los flemáticos, los coléricos y los melancólicos, estos últimos acusados de un exceso de bilis negra que les producía una enorme tristeza y desazón. Una de las representaciones artísticas más conocidas de la melancolía es el grabado que Durero hizo en 1514, donde aparece un ángel/mujer de aspecto desaliñado, rodeada de diferentes objetos desordenados, muchos de ellos relacionados con la geometría y la matemática, cargados de simbología. Al fondo, sobre el horizonte , vemos el brillo de la luna y de un extraño cometa afincado en el arcoíris nocturno que cruza el cielo.
Propiamente cual grabados u estampas Melancholia arranca con una serie de hipnóticas imágenes premonitorias que resumen la narración de la película. Una novia que avanza penosamente arrastrando unos lastres de lana gris, la madre sosteniendo a su hijo caminando por una tierra que se hunde a cada paso, nuevamente la novia, cual Ofelia, rodeada de plantas (se dice que uno de los remedios contra la melancolía eran las plantas acuíferas) arrastrada por un río, una caballo desfalleciendo, un enorme planeta colisionando contra la tierra…Imágenes pulidas y limpias, tableau vivants a cámara lenta que combina, durante todo el metraje, con fragmentos de Tristán e Isolda de Wagner, dotándolas de una fuerte carga poética.
Melancholia es una historia apocalíptica sobre la destrucción de la tierra, pero también un drama íntimo, la historia de dos hermanas de carácter (humores?) muy diferentes. Una, Justine (Kristen Dunst), claramente melancólica, taciturna, inestable, la otra, Claire (Charlotte Gainsbourg), flemática, equilibrada y muy organizada. Confluyen dos dramas, como los dos planetas, como las dos hermanas. Por un lado el drama familiar que Lars Von Trier filma de manera muy íntima en espacios generalmente cerrados, las relaciones familiares deterioradas, las apariencias finalmente dinamitadas entre el jefe y la empleada, la soledad y el miedo no sólo ante un futuro en pareja sino ante un futuro del todo catastrófico, que de alguna manera Justine intuye. Y por otro lado, el drama apocalíptico de enfrentarse al fin del mundo, al fin de la existencia humana con la máxima dignidad posible, aunque hasta el último momento la fe en la ciencia lleve a pensar que ese final inexorable puede ser esquivado. Von Trier disecciona con absoluta desesperanza y derrotismo el espíritu humano a través de las hermanas protagonistas, en cierto modo recordando a esos burgueses atrapados en El ángel Exterminador, enjaulados en su fastuosa residencia, con el cupo material más que cubierto, pero fuertemente desequilibrados emocionalmente.
Justine sabe, Justine intuye que “el mundo está lleno de maldad” y que por ende su desaparición no resultará una gran pérdida. Justine, como ese ángel de Durero, que vaga entre el abatimiento y la desidia, se ve reflejada y en cierto modo reconfortada por Melancholia el planeta que orbita peligrosamente cercano a la tierra y que acabará por arrasarlo (incluso tienen un momento de comunión en una preciosa escena en la que ella se baña desnuda con su plúmbea luz).
Nadie mejor que Lars Von Trier, cineasta melancólico por excelencia, malhumorado, sombrío y provocador, para hacernos reflexionar sobre el lado más oscuro de la existencia abocada a la soledad y la destrucción durante dos horas y pico, de manera hipnótica e implacable.
(Este artículo también se puede leer en Fantastic Plastic Magazine)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)