sábado, 3 de julio de 2010

"Air Doll" Hirokazu Kore-eda (2009)




No es la primera vez que Hirokazu Kore-eda me sorprende, ni tampoco la primera que me emociona. Lo que más me maravilla de las obras de Kore-eda es la extraña proximidad y la familiaridad que se establece con los personajes, con el entorno, con los paisajes y a veces incluso con las costumbres, aunque se trate de una cultura totalmente diversa de la propia, tan lejana y tan inaccesible en muchos casos. Es capaz de subrayar aquello que nos es común a todos, aquello que nos une y nos hace iguales.


En Air Doll adapta una un manga (extraño en él, ya que basa sus películas en guiones originales) La figura neumática de una chica, de Yoshiie Gouda, de apenas 20 páginas, dónde la muñeca hinchable, de nombre Nozomi, cobra vida y descubre el mundo a su alrededor y los avatares de tener un corazón.
Nozomi (interpretada por la fascinante actriz coreana Doo-na Bae), la muñeca hinchable que una mañana cobra vida, es, como la mayoría de las muñecas sexuales, un objeto para aliviar el deseo sexual, pero también la sustitución de algo real, un simulacro. Su dueño, Hideo (Itao Itsuji), la trata como a una “novia”, habla con ella, la lleva a pasear por la nieve, le cuenta historias. Es la sustitución de su ex novia, también llamada Nozomi.





Cuando Nozomi despierta (como “Pinocho”), sale a recorrer las calles de Tokio, de los barrios más tradicionales de Tokio de hecho. Actua como una niña, actitud que contrasta con su verdadera función sexual. Se maravilla con las botellas de vidrio que los vecinos lanzan al contenedor, las luces, las tiendas y el video club. Es allí dónde conocerá a Junichi (Arata), el joven dependiente de video club del que se enamorará y de la mano de quien conocerá aquello que le rodea.

Con su curiosidad insaciable, Nozomi, irá uniendo invisiblemente las vidas de los personajes que la rodean cuyo nexo común es la soledad e irá descubriendo también, que el hombre es capaz de cosas maravillosas pero también de las bajezas más miserables. Nozomi se siente utilizada (al fin y al cabo es objeto sexual) y ninguneada. Con la amargura del descubrimiento del dolor va a visitar a su creador (¿una representación de Dios?), un artesano que le muestra su origen y el amor que siente por sus criaturas. Imposible no emocionarse ante la pregunta que le plantea a Nozomi “¿Todo lo que has conocido es triste?”.





Kore-eda deriva entre el cine fantástico y el costumbrista , con un deje documentalista proveniente de sus primeros años como cineasta. Air Doll es una maravillosa metáfora del descubrimiento de la vida, del paso de la infancia a la adolescencia, edad clave de los descubrimiento s y aprendizajes, la educación sentimental, el amor (“Tener corazón era tan desgarrador” dice Nozomi en una de sus reflexiones junto al río) el sufrimiento y curiosamente también el cine. El cine que, al igual que la literatura, nos ayuda a situarnos en el mundo, a encontrar nuestro lugar e incluso a responder algunas de las preguntas fundamentales de ser humano. El cine y también el erotismo o el descubrimiento de la sexualidad (una de las escenas más eróticas es aquella en la que Junichi hincha a Nozomi con su propio aliento) como vehículo de conocimiento y reconocimiento.

Air Doll
es una joyita preciosista y delicada, con una fotografía sumamente cuidada (el operador es ni más ni menos que Ping Bing Lee, responsable de la fotografía de In the mood for love) y unos movimientos de cámara precisos y abundantes (bastante extraño en Kore-eda). Lo único que chirría es, además de la voz en off de Nozomi excesivamente didascálica, la escena bizarra final entre Junichi y Nozomi, algo completamente evitable que, en su ausencia hubiera redondeado esta historia de amor, erotismo, dolor y descubrimiento.

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