martes, 2 de febrero de 2010

Huelga de cine


Partiendo de la base de que la industria cinematográfica en este país está practicamente en pañales (bueno, no exageremos, digamos que acaba de hacer la comunión) no favorece para nada una ley como la que obliga a que el 50% de las películas, que superen las 20 copias, distribuidas y exhibidas en Catalunya sean dobladas o subtituladas en catalán.

Los abanderados de la causa dicen que “garantiza la libertad lingüística y cultural”, que “se defiende el derecho de los catalanes de ver cine” en su lengua. Los exhibidores, en su mayoría, temen que esta ley les hará perder dinero (sólo un 2’9% de los espectadores escogen al opción en catalán), los distribuidores amenazan con no acatar la ley por lo que, los exhibidores, ante el incumplimiento, deberán cerrar sala. Sea como sea, el cine y sus espectadores sale perdiendo, porque ¿Quién defiende al cine?.

Un manifestante, leo en El País, confiesa haber ido a la manifestación a favor de la ley porque considera que “los empresarios apátridas sobran”. Yo diría que sobran los empresarios y punto, pero esto resultaría un comentario trasnochado y bastante iluso, teniendo en cuenta cómo está el mundo. No me interesa que un empresario se sienta patriótico, me interesa que un empresario sepa ver que el cine, como industria cultural, como bien de la humanidad, arte al fin y al cabo (aunque…esto es otro debate) justamente de lo que carece es de patria. Otro apunta a que “sólo les interesa el dinero” y no la promoción de una lengua. De verdad, vuelvo a repetir ¿quién se encarga de defender al cine en medio de todo esto?.

A aquellos que disfrutamos de él, aquellos a los que ir al cine constituye una especie de ritual, un lugar en el que sentirse a salvo, el único lugar en el que, yo personalmente, siento que nada malo puede ocurrirme, esta ley, estas reacciones, este tufillo político nos sobra. Quien ama el cine, sabe que parte de su encanto reside en sus actores, en su voz, la cadencia, la modulación. Es una herramienta fundamental en toda interpretación, sin la cual, simplemente se puede considerar que se ha entendido la película a medias, o es simplemente no se ha entendido. Yo quiero oír la voz de Clooney, saber si es americano o francés, saber si es un americano haciendo de francés o ni una cosa ni otra y eso ni con el doblaje en catalán o en castellano se puede saber.

¿De verdad nos interesa ver a George Clooney hablando en catalán?, ¿favorecerá esto la integración de los inmigrantes?, a 7€ la entrada de cine, ¿son muchos los inmigrantes que pueden permitirse ir al cine?, y , ¡no sólo los inmigrantes, leñe!, que al final siempre echamos mano de ellos cuando de política lingüística se trata. ¿Me voy a sentir más catalana si veo películas en catalán aunque esta este rodada en rumano?.

¿Por qué hacemos del bilingüismo un problema cuando es una verdadera virtud?. Yo, como catalano parlante, defiendo el derecho a ver cine en su lengua original subtitulada, pero sobre todo defiendo lo que de verdad tendría que empezar a defenderse, y es un cine de calidad, no importa sea en catalán, castellano o suomi.

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