miércoles, 8 de agosto de 2012

PROMETHEUS Ridley Scott (2012)



El verano es siempre momento de blockbusters, pero éste parece especialmente hecho para los blockbusters  así llamados “de autor”. Un consagrado Nolan y su Caballero Oscuro, el novato Webb y su personal Spiderman teenager y finalmente un veterano Ridley Scott  con la precuela de la franquicia que empezó hace 30 años con Alien.

 A Prometheus le antecedió una batería de productos promocionales y de marketing que nos mantuvo a todos en vilo, elevando las expectativas al máximo. El nombre de Scott retomando el título que fue un hito del cine de terror espacial era el principal reclamo. Más tarde vino un reparto de autentico lujo y un guionista, Damon Lindelof, cuya fama tras Lost le precedía.

Pero la traca que nos prometieron parecen ser un par de bengalas chuchurrías. Nada que reprochar a la elegantísima puesta en escena, con guiños kubriquianos. Una producción perfecta pero que no obstante dista de aquella sublime atmosfera, opresiva y claustrofóbica de la primera Alien. Y sí, aquí el error es mío, porque en este caso se debería abordar esta crítica con la mirada más puesta en el presente, ya que, después de 30 años, entiendo que Scott ha querido aproximarse a la génesis del xenomorfo desde una perspectiva totalmente renovada.



Pero, dejando a parte las destacables peculiaridades técnicas, aquí lo que hace aguas es el guión, rubricado junto con Jon Spaihts, por Damon Lindedof, uno de los guionistas más sobrevalorados de Hollywood.  Acostumbrados como estábamos a que en Lost nos diese gato por libre, en Prometheus más que en trucos de chistera, Lindelof cae en la incoherencia y en el “pincismo”, vamos, que está todo cogido por pinzas. Pinzas como las que sujeta la trama inicial en la que una importante corporación, Weyland, decide sufragar los multimillonarios gastos de una exploración espacial para seguir las teorías, no contrastadas, de un par de científicos que tras una serie de hallazgos en diferentes piezas de civilizaciones antiguas, deciden creer que los humanos hemos sido creados por unos seres superiores, llamados Ingenieros. Tomando estos hallazgos como una invitación,  emprenden su camino junto a un grupo de expertos de diferentes ámbitos hacia el planeta LV-223, donde hipotéticamente proviene la raza de los Ingenieros. La nave Prometheus es capitaneada por Janek (Idris Elba), pero realmente los pantalones los lleva una aséptica  y supérflua Meredith Vickers (Charlize Theron) y un androide, David (Michael Fassbender), de dicción y modales exquisitos que cuidará la nave durante los dos años de viaje crionizado de sus compañeros, como si de un Hal 9000 de carne y hueso se tratara. Aquí también, los intereses de la corporación están por encima de los individuales. Los científicos, como en otras ocasiones, no son más que instrumentos que no saben de la misa la mitad, pero en este caso, más pinzas, ¿cuáles son las razones?, ¿la obsesión de un anciano por conocer el sentido de la vida?, ¿llevar, como un nuevo prometeo, la tecnología extraterrestre para el bien de la humanidad? ¿y ya?. Hombre, no es moco de pavo, pero…¿ningún interés comercial o bélico?, ¿Are you sure?.


Por lo demás, como ya sabemos las cosas se empiezan a complicar en el planeta y empieza el desmadre y la cosa se anima con un par de escenas gore. Huevos con sustancias que provocan graves desórdenes, llegando a revivir a los muertos (¿estamos hablando de zombies?), reptiles extraterrestres penetrando en la carne humana, embarazos alienígenas no deseados que provocaran la cesárea más brutal de la historia del cine, con una impagable Noomi Rapace que, a pesar de los puntos de sutura, dará lo mejor de sí, tanto como personaje como actriz y melodrama, mucho melodrama.

Pero si hay algo que realmente decepciona  es la construcción de los personajes, de todos; no están definidos, sus reacciones parecen injustificadas y muchas veces carentes de sentido. Charlize Theron no aporta nada con su excesiva frialdad y falsa malevolencia. Sigo sin entender la necesidad de disfrazar a Guy Pearce de viejo, a no ser que sea para justificar uno de los virales promocionales, así como tampoco entiendo la alegría con la que se enfrentan al final de su vida algunos personajes (“Vamos a morir. ¡Sin manos!. WTF!). Y sobre todo, super pinzas, no entiendo la necesidad de algunos personajes que solo subrayan la incoherencia y el enrevesamiento de un guión que pierde aceite por todos los lados, dícese del geólogo super-bueno-en-lo-suyo pero punky al que, tras un ataque de pánico, se pierde, (¡se pierde un geólogo!), o el botánico miedica que trata de acariciar una serpiente alienígena como un gatete, y que tras ser penetrado oralmente por ella, no volvemos a saber nada más, ni de él, ni del reptil, ni si sale el alien, o deja de salir.


 No obstante, Michael Fassbender en el papel de ambiguo androide fan de Lawrence de Arabia tiene la capacidad de hacernos reír con sus excelentes modales y de ponernos muy nerviosos con su carencia de humanidad que paradójicamente le hace extremadamente humano. No es baladí, que su personaje a seguir sea un excéntrico manipulador atrapado entre dos culturas como Lawrence. David, como los gallegos, nunca sabes si va o vuelve, y será el único que rectificará los pasos en pro del bien común.
Así que, Ridley, de verdad, con lo que tú eras, ¿en qué estabas pensando cuando te pasaron el guión? Y sobre todo, ¿no te fijaste en lo mucho que se parecía Logan Marshall-Green a Tom Hardy?. Eso sí, la Fox ya busca guionista para la segunda parte…

1 comentario:

  1. Xe, jo la vaig veure ahir esperant-me una gran cosa i és la xarlotada més gran que he vist en el cinema probablement des de Vivancos III.

    Salut!

    Juanmi.

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