viernes, 25 de marzo de 2011

NEVER LET ME GO (2010) Mark Romanek



No nos dejemos engañar por la promoción, por el bucólico poster o por las imágenes de la lánguida Keira que nos podamos encontrar en webs, vallas publicitarias y revistas sobre cine. Lo que tenemos delante es un cuento bien perverso articulado en forma de pieza artística que, a pesar de un gran esfuerzo y la belleza que transpira, no acaba de funcionar completamente.

A partir de la novela homónima de Kazuo Ishiguro, Romanek nos situa en un pasado/futuro distópico donde las enfermedades más agresivas han desaparecido gracias a un sistema de clones que, llegados a la madurez, donarán sistemáticamente sus órganos para salvar la vida de los pacientes que lo necesiten. Los donantes son educados en colegios donde su contacto con el exterior es nulo aunque gozan de cierta libertad, al menos moral y creativa, a pesar de su internamiento. En el colegio de Hailsham encontramos a Kathy H.(Carey Mulligan) narradora de la historia, Tommy (Andrew Gardfield) y Ruth (Keira Knightley), que pronto formarán un triángulo amoroso al llegar a la adolescencia.



Sucede que, lo que en Monsters (2010) se vendió como una historia de alienígenas cuando en realidad era una historia de amor indie, en Never Let me go se nos narra una historia de ciencia ficción maquillada de historia de amor. La actitud de los donantes una vez revelada su función es de absoluta resignación y aceptación, pero se trocará en incertidumbre y rabia cuando, una vez adultos y enamorados deciden aplazar su cruel destino. Una especie de “stop, in the name of love” que no será escuchado puesto que su único cometido y fin en la sociedad es la de morir antes de la edad madura para salvar a otros.



La visita de Kathy y Tommy a Madame, una vez Ruth expía su sentimiento de culpa por no haber dejado durante años que ellos dos disfrutaran del amor que se profesaban mutuamente, es como la charla que el replicante Roy tiene al final con Rick en Blade Runner, donde, a pesar de demostrar su humanidad, de individuo que siente, padece y es capaz de crear, para la sociedad no deja de ser una máquina, un mero instrumento. “Os compadezco, criaturas” dice la madame acariciando la mejilla de Kathy mientras derrama una lágrima de resignación (como las “lágrimas que se perderán en la lluvia” de Roy, el replicante) después de creer que el amor podía salvarlos. Con este gesto comprendemos que, lo que en un principio creíamos un sistema represor que educaba pero que mantenía aislados a los donantes era simplemente la última forma de mantener la dignidad de unos seres que no son considerados ni siquiera humanos. Después sólo queda “las fabricas de pollos” como apunta uno de los personajes, donantes industrializados tratados como meros continentes.



Situado en una Inglaterra bucólica de mediados de los 70 (aunque la narración sea más bien atemporal) que sin querer nos recuerda a ese futuro retro de Fahrenheit 451 (1966)de Truffaut y un poco a The Village (2004) de M. Night Shyamalan sobre todo el contexto del internado y sus historias, Romanek (genio del videoclip que debutó en el cine con Static (1985), aunque fue más conocido tras One hour photo (2002), demuestra su buen hacer, con un tratamiento una pieza casi artística, pero que, como también sucedía con la última película de Jane Champion, Bright Star (2009), parece no acabar de reconocer las formulas narrativas que acaben de seducir al espectador , aunque su belleza formal sea extraordinaria así como el tratamiento del paisaje y los ambientes en correspondencia con los sentimientos y estados vitales de los protagonistas, la infancia en plenitud, vivida en un acogedor colegio en plena campiña y más tarde en una declinación hacia un paisaje más sórdido, vacio y frío. No deja de ser interesante, por otra parte, y viniendo de quien viene y del terreno del que viene, la fe que profesan los protagonistas en el arte. La fe en su capacidad creadora y la inocente ilusión de cómo ésta (junto al amor) puede salvarles de su inefable destino, pero para los demás el arte era sólo una prueba, finalmente desoída, de, ya no que su alma era pura y eran criaturas creativas y capaces, sino de que simplemente eran.

No hay comentarios:

Publicar un comentario